Giulia Alberico
Editorial Periférica
Traducción de Francisco de Julio Carrobles
Confluencia inesperada entre lo que el individuo desea y lo que el mundo le ofrece. Coincidencias o casualidades cargadas de un valor emocional que las vuelve significativas
Ian McEwan
360 páginas
Traducción de Jaime Zulaika
Este es el típico libro del que lees críticas favorables, que siempre pasa por tus manos cuando entras en una librería, del que piensas: “la próxima vez me lo compro” y que finalmente pasa a ser tuyo y… te decepciona.
El argumento prometía: un científico ganador del Nobel, con una vida personal catastrófica se embarca en la lucha contra el cambio climático y las energías renovables. Pero no nos engañemos, la novela está escrita en forma de sátira y no se produce ningún tipo de empatía hacia el protagonista, a mi me ha producido rechazo y en algunos momentos incluso asco. Me ha recordado a Ignatius Reilly de La conjura de los necios, aquí Michael Beard solo se interesa por la comida y el sexo, es un auténtico parásito y la diversión y el sentido del humor no los he encontrado por ningún lado.
Tal vez no era la novela más recomendada para acercarme a Ian McEwan, pero qué se le va a hacer.
¡Por fin! Un libro del que no me he podido despegar hasta el final: pena, alegría, amor, enfermedad, dolor, soledad, incomprensión, apoyo, familia, amigos, … Muchos son los ingredientes de la novela.
El autor alterna los capítulos para contarnos cómo el protagonista conoció a su esposa y de cómo pasa con ella sus últimos días afectada por un cáncer terminal. Y lo hace no de manera sensiblera ni romanticona, sino desde el miedo y la emoción cotidianos.
El libro se centra, más que en la enfermedad, en lo que supone para el miembro de la pareja que queda vivo perder al otro. No idealiza el matrimonio como una unión perfecta, al contrario, muestra sus fisuras, muchas debidas a la falta de comunicación y a la imaginación desbocada de los cónyuges, pero el paso del tiempo y la relativización, el saber poner las cosas en su lugar, muestra lo que tiene peso e importancia en nuestras vidas, que desgraciadamente, la mayoría de las veces, solo sabemos ver cuando estamos a punto de perderlas o las hemos perdido definitivamente. La suerte es que las hemos podido sentir y vivir.
Tampoco se trata aquí de idealizar a las progenitoras y de considerar que todas son unas perfectas madres corajes, que las hay que no actúan como tales, pero nunca está mal, y el libro lo hace muy bien, el ponerse en situación de nuestras madres y pensar que siempre están ahí para cualquier cosa, a cualquier hora, incondicionalmente, y lo que a veces nos resulta cansino e innecesario, más tarde que pronto se nos revela como amor incondicional.
La autora ha construido un canto de agradecimiento y reconocimiento a la figura materna, a través de pequeños episodios del día a día que permiten mantener viva la esperanza de que nuestras madres estarán siempre como ahí, como la sombra que no nos abandona.
Advertencia previa, ya que algunos me han hecho el comentario cuando me han preguntado lo que estaba leyendo: no se trata de la misma historia que vimos en televisión en los 80, ambientada durante la guerra civil estadounidense.
Dicho esto, confieso que, como dice un amigo, me encantan las historias de señoritas inglesas que pasean ociosas y se dedican a coser en su tiempo libre (que es mucho, por otra parte). Confieso que vi la miniserie de televisión antes de leer el libro y que gracias a ello me acerqué a la novela. Confieso que soy una romántica empedernida, al menos en el plano literario. Confieso que me gusta la literatura inglesa del XVIII y del XIX, lo poco que conozco. Por lo tanto, la historia de amor-odio-rechazo entre una señorita del sur de Inglaterra, hija de un vicario, con el norteño dueño de una fábrica de tejidos de algodón, hecho a si mismo, prepotente y orgulloso, en la Inglaterra de la Revolución Industrial, tenía todos los números para atraparme.
Secundarios muy bien definidos y exposición muy clara de la problemática patronos-obreros, con huelgas, movimientos especulativos y sindicatos de fondo. Lucha entre un modo de vida que desaparece y otro que avanza de manera arrolladora, pero donde los sentimientos son lo único que no cambia.
Si bien me costó entrar en el libro, llegados a un punto ya no lo pude dejar (algo que por otra parte me pasa habitualmente, motivo que me impide dejar un libro a medias por muy malo que sea). Es una de aquellas lecturas que cuando la acabas te deja con una sonrisa en los labios y un aire de melancolía, lamentando que se haya terminado.
Siempre con ese pequeño resquemor hacia los bestsellers, emprendí la lectura de esta novela. Me recordó aquellas películas de espías de los años 40 en blanco y negro, en las que los buenos eran buenos y los malos malos, sin matices ni escala de grises. Tiene todos los ingredientes para devorar el libro con avidez, sobre todo a partir de la segunda mitad: espías, nazis, peligros, amores. ¿Qué puedo decir? Que es muy entretenido, que se lee de un tirón, que se agradece un libro de la guerra civil española en el que no todo sea miseria y penuria (ya sabemos que las hubo y para eso ya existen otros libros), que no pasará a la historia de la literatura, ¿y qué?, no creo que sea su objetivo. Mientras lo leía pensaba, esto no hay quien se lo crea, pero no en el sentido negativo, desde mi punto de vista, la autora lo único que pretende es entretener y lo consigue. Me quedo con la duda de saber si el Tetuán de los años 30 era tan idílico como lo describe la autora. Una lectura típicamente veraniega, de relax y evasión. Para pasarlo muy bien.