domingo, 24 de enero de 2010

Ley antitabaco

Artículo de Carmelo Encinas publicado en El País (23/01/10)

Los bares y el tabaco

Vivimos en el país de los bares. Ningún lugar del planeta cuenta con tantos locales donde beber, comer y alternar. Alguien echó la cuenta y sólo en Vallecas salían más bares que en toda Finlandia, y eso que lo calcularon cuando aquel populoso distrito era poco más de la mitad que ahora. Hoy puede que entre Vallecas y Vicálvaro haya más bares que en toda Escandinavia. Y no piensen que aquellos vikingos se quedan atrás en la cosa del beber, lo que sucede es que alternan menos. Ellos se lo beben en casa.

El alcohol aquí es barato, somos un pueblo social por excelencia y esa sociabilidad se manifiesta en los baretos, terrazas y chiringuitos que tan profusamente pueblan la geografía nacional. Desde fuera lo suelen ver como uno de esos exponentes que evidencia lo divertido que es nuestro país, un lugar donde la gente sabe vivir. Esto siempre es discutible, pero lo cierto es que nos gusta mucho salir, y nos gusta a la inmensa mayoría de los españoles, no sólo a los fumadores. Cuesta por tanto entender el pánico que pretenden infundir algunas patronales de la hostelería augurando efectos catastróficos por la prohibición de fumar en espacios públicos cerrados.

Tratar de presentar batalla a una ley de salud pública con el argumento de que pueden perder al cliente que viene a echarse un cigarro con la copa o el café es de una mezquindad difícilmente presentable. El primer dato que deben recordar quienes tanto se espantan por esa restricción es que en España sólo fuma una de cada cuatro personas. Las tres cuartas partes que no lo hacen han de soportar la atmósfera irrespirable de la inmensa mayoría de los locales o abstenerse de entrar en ellos.

La ley todavía vigente ha propiciado que el sector optara masivamente por la permisividad al entender que su cliente más rentable es el fumador y que los no fumadores tragarían. Así ha sido hasta el extremo de convertir los bares y cafeterías de Madrid en auténticos fumaderos donde no cabe la queja aunque te echen el humo en la cara.

Hay millones de españoles que frecuentarían más esos locales si no salieran de ellos tosiendo y apestando. En ninguno de los países europeos donde liberaron de humo los espacios públicos cerrados se han producido efectos negativos para el sector atribuibles a esa circunstancia. Es más, en el Reino Unido fue positivo al incorporar clientes que no pisaban un bar porque no soportaban el humazo. Si el argumento económico contra la norma en ciernes no se sostiene, ese otro que invoca la libertad individual resulta patético. Quienes fumen, porque les gusta o porque no logran desengancharse, pueden ser muy libres de hacerlo y asumir el riesgo de figurar en la lista de los 50.000 españoles que mueren cada año por culpa del tabaco. Pero que el tabaquismo se lleve por delante anualmente la vida de más de 1.500 personas que ni siquiera le dan una calada a un pitillo es una injusticia atroz. Me pregunto dónde quedó la libertad de quienes han muerto porque otros fumaban delante de ellos. Los fumadores pasivos somos todos esos pringaos que respiramos el humo por no discutir con el familiar, el amigo o el compañero. En definitiva, los que tragamos porque no queremos mal rollo con las personas que apreciamos. Y ya me dirán dónde queda también la libertad de los cientos de miles de trabajadores de la hostelería que han de respirar un aire infecto sin opción alguna de eludirlo. La ley ha de acabar con esas situaciones de forma clara e inequívoca. No es de recibo que los intereses mal entendidos de unos empresarios o el politiqueo barato pongan trabas a una reforma que, según las encuestas, apoya entre el 60% y el 70% de los españoles.

Nadie se va privar de tomarse una caña o juntarse con los amigos en una barra porque no puedan fumar. A los adictos les será más fácil dejar el tabaco si así lo quieren y los que no fuman podrán disfrutar de los bares sin respirar alquitrán ni oler a chamusquina.

5 comentarios:

Glòria Font dijo...

Como fumadora habitual, decirte que me ha encantado tu escrito, entre otras cosas porque aunque a mí me encanta la comodidad de poder fumar en un bar o restaurante, cuando me he planteado dejar el tabaco, siempre he pasado pena pensando en que las reuniones en un bar o en una cena iban a ser un suplicio sin poder fumar, viendo cómo otros fuman y percibiendo ese olor que a pesar de desagradable, a un exfumador o fumador le incita a fumar. De hecho cuando fumas un cigarro, tu olfato queda "taponado" y no percibes tanto ese desagradable olor a humo. Prefiero hacerme a la idea de no poder fumar en un bar porque hay más ventajas que inconvenientes: no perjudicar a nadie, no distraerme buscando el siguiente cigarro y sintiendo que dejar de fumar y entrar en un bar, será menos penoso porque desaparecerá cualquier tentación tabaquil a mi alrededor.

Anónimo dijo...

Y una pregunta, si es tan malo, y por lo visto, tan perjudicial para la salud. Por qué lo venden, yo no veo que vendan cianuro o goma dos por los kioskos, aunque si vendieran igual compraría un poco, no sé, para probar... Yo, es que no entiendo nada... Pero bueno, supongo que lo primero es el negocio, y lo segundo, el negocio.
Bueno, yo voy a fumarme un pitillo, que con tanta ley antitodo me han entrado unas ganas que pa que.
D de ducados

Illa incognita dijo...

Una pregunta que m'ha vengut al cap llegint-te: Tabacalera Española, no és o era una empresa estatal?

Susana dijo...

Bares, qué lugares, tan gratos para conversar, no hay como el sabor del amor en un baaar!!
Ya lo decía Gabinete Caligari en los tiempos de Maricastaña, y ahora, sin humo, serán mucho más gratos aún. El tabaco es claramente un negocio (una forma de recaudar impuestos, qué vamos a hacer, el alcohol también) y no se va a prohibir su venta de ninguna manera. Y dudo que se mueran todos los fumadores de las terroríficas enfermedades con las que pretenden convencerlos de que dejen de fumar. El tabaco, al final, es como todo, como el alcohol, como las drogas. Es un placer inmenso disfrutar de una buena botella de vino en una comida, o de una copa de lo que sea una noche, pero si cada día engulléramos cinco botellas de vino, más una de ginebra más otra de un ron riquísimo que alguien se acordó de traernos de Cuba, pues probablemente nuestro hígado se resentiría un poco ... La enorme diferencia entre el consumo de uno y otro es que el tabaco puede ser increíblemente molesto para los no fumadores. Yo he dejado de ir a ciertos sitios porque estaba permitido fumar. Cuando se habla de libertad con este tema me da la risa. Y cuando a alguien se le ocurre decir que se avecina la gran crisis del milenio en los bares españoles... vamos, que me hago pis

cv dijo...

Es bastante estresante ir a tomar un café y más que tomar un café tomar humo. Entiendo que la gente fume, pero a veces es agobiante para los no fumadores.