miércoles, 23 de septiembre de 2009

Coger el tren

Pasa un tren con una oferta de vida. Tiene buen aspecto, todo te indica que tienes que subir, que lo mejor es aceptar la oferta, pero tú no quieres, algo te dice que no es la oferta que esperas, y las dudas te asaltan, si renuncias ¿haces bien?, si aceptas ¿cómo irá? Muchos se pegarían por tener un billete y poder subir, pero tú que lo tienes, sabes en el fondo de ti que no lo quieres, que estás bien en la estación y que en este momento sólo quieres ver cómo pasan los trenes, que ese destino no es el tuyo, aunque no puedes evitar pensar cómo te iría una vez allí, pero por otra parte, piensas, has llegado a un punto de tu vida en el que quieres evitar en la medida de lo posible hacer cosas que no te apetecen, seguir la ruta sólo porque es lo que toca o porque es lo que parece que tiene que ser, has llegado a un punto en el puedes decidir, renunciar a tomar el tren en el que todo el mundo desea viajar, porque ahora eres feliz en la estación, porque no es tu momento de viajar, porque puedes decidir y decides ser feliz, apaciblemente, y dejas escapar el tren o mejor, dejas un asiento libre para el que lo quiera y lo necesite.

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