Con motivo del 40 aniversario de la llegada del hombre a la luna e iniciando una serie de recomendaciones de lecturas para el verano se publicó una entrada en el blog Espai de llibres recomendando esta novela de P. Auster. he leído algunos de sus libros sin ningún orden cronológico y siempre me ha "dado rabia" que empezase muchas historias y algunas quedasen inconclusas. No es el caso de El palacio de la luna. Como es habitual en Auster hay historias dentro de la historia y un sinfín de coincidencias (sigo afirmando que me encantan) que las van ligando. No he podido dejar de leer hasta el final y eso que empecé leyendo y preguntándome a dónde me quería llevar el autor, un poco con desgana, con desinterés, pero a la vez sin dejar la lectura intrigada por saber cómo continuaba la historia de Marc Fogg y por qué alguien que había sorteado tantas dificultades se dejaba llevar por la desidia y la falta de ganas de luchar.
De la contraportada de El palacio de la luna:
Marco Stanley Fogg está a las puertas de la edad adulta cuando los astronautas ponen el pie en la luna. Hijo de padre desconocido, fue educado por el excéntrico tío Victor, que tocaba el clarinete en orquestas de mala muerte. En los albores de la era lunar, muerto su tío, Marco va cayendo progresivamente en la indigencia, la soledad y una suerte de tranquila locura de matices dostoievskianos, hasta que la bella Kitty Wu lo rescata. Marco empieza entonces a trabajar para un viejo pintor paralítico y escribe su biografía, que éste quiere legar a su hijo, al que no llegó a conocer. Tras un largo periplo que lo lleva hasta el Oeste y bajo el influjo de la omnipresente luna, Marco descubrirá los misterios de su origen y la identidad de su progenitor.
De la contraportada de El palacio de la luna:
Marco Stanley Fogg está a las puertas de la edad adulta cuando los astronautas ponen el pie en la luna. Hijo de padre desconocido, fue educado por el excéntrico tío Victor, que tocaba el clarinete en orquestas de mala muerte. En los albores de la era lunar, muerto su tío, Marco va cayendo progresivamente en la indigencia, la soledad y una suerte de tranquila locura de matices dostoievskianos, hasta que la bella Kitty Wu lo rescata. Marco empieza entonces a trabajar para un viejo pintor paralítico y escribe su biografía, que éste quiere legar a su hijo, al que no llegó a conocer. Tras un largo periplo que lo lleva hasta el Oeste y bajo el influjo de la omnipresente luna, Marco descubrirá los misterios de su origen y la identidad de su progenitor.
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